Garcilaso de la Vega

 



"La raíz de todas las pasiones es el amor. De él nace la tristeza, el gozo, la alegría y la desesperación."- Lope de Vega

La poesía de Garcilaso de la Vega es un retrato majéstico e idealizado del amor en todas sus formas y colores. La lujuria, el desamor, la envidia, la guerra y la patria son todos elementos que Garcilaso logra entretejer armoniosamente para crear un conjunto lírico que emana belleza y emoción. Las obras de Garcilaso son demasiado extensas para analizarlas en una sola entrada, por lo que he seleccionado unos cuantos poemas que representan alguno de los aspectos que se mencionaron anteriormente. Son poemas especialmente emotivos y bellos que consiguen evocar una reacción visceral en el lector o que simplemente despiertan en él cierta picardía o curiosidad. Trataré de trazar un camino, por muy sinuoso que sea, que permita vislumbrar la maestría del autor y la hermosura de su poesía. 

A Garcilaso se le considera uno de los mayores representantes del amor cortés y, sin embargo, tiene poemas tan seductores y lujuriosos como los de Safo de Mitilene. Son poemas que encienden al lector derritiendolo suave y tortuosamente. Garcilaso hace uso de la musicalidad de sus endecasílabos, cuidadosamente pensados, y de la fuerza de sus imágenes, a veces paradójicas, para construir este entorno de deseo y pasión que involucra tanto al escritor como al lector. 

                Soneto XVIII                                                                                        Soneto VIII
          Si a vuestra voluntad yo soy de cera,                                              De aquella vista pura y ecelente
          y por sol tengo sólo vuestra vista,                                                   salen espirtus vivos y encendidos,
         la cual a quien no inflama o no conquista                                       y siendo por mis ojos recebidos,
         con su mirar, es de sentido fuera.                                                    me pasan hasta donde el mal se siente.
       
         de do viene una cosa, que si fuera                                                  Encuéntranse al camino fácilmente,
        menos veces de mí probada y vista,                                                con los míos, que de tal calor movidos
        según parece que a razón resista                                                    salen fuera de mí como perdidos
        a mi sentido mismo no creyera,                                                      llamados de aquel bien que está presente.
       
         y es, que soy de lejos inflamado                                                      Ausente, en la memoria la imagino;
       de vuestra ardiente vista, y encendido                                            mis espirtus, pensando que la vían
       tanto, que en vida me sostengo apenas.                                          se mueven y se encienden sin medida;
      
       Mas si cerca soy acometido                                                             mas no hallando fácil el camino,
      de vuestros ojos, luego siento, helado,                                             que los suyos entrando derretían,
      cuajárseme la sangre por las venas.                                                revientan por salir do no hay salida.

Estos poemas son dos ejemplos de una producción de gran calidad sobre el amor pasional, el deseo y la lujuria. Una producción que siempre es abordada desde la idealización de la amada con una  representación de la mujer que evoca en mí una imagen de la Venus de Milo o del "Nacimiento de Venus" de Boticcelli y que logra enfatizar esa belleza y perfección que ocasiona el deseo del autor.

Sin embargo, el amor no es sólo ternura, pasión y jovialidad. Garcilaso retrata la cara oscura de este sentimiento con una precisión que choca con la suavidad inherente de su poesía. Un poema que destaca por esto mismo es el soneto XXXI, en el que la metáfora se encarga de conducir el mensaje.
 
Dentro de mi alma fue de mí engendrado
un dulce amor, y de mi sentimiento
an aprobado fue su nacimiento
como de un solo hijo deseado;

mas luego de él nació quien ha estragado
del todo el amoroso pensamiento:
que en áspero rigor y en gran tormento
los primeros deleites ha tornado.
 
¡Oh crudo nieto, que das vida al padre,
y matas al abuelo! ¿por qué creces
tan disconforme a aquel de que has nacido?
 
¡Oh, celoso temor! ¿a quién pareces?
¡que la envidia, tu propia y fiera madre,
se espanta en ver el monstruo que ha parido!

Es interesante el uso de esta metáfora familiar para representar la relación intrínseca entre el amor y los celos. Los recursos literarios dan vida a este poema, creando una composición de gran rareza y curiosidad. Por ello mismo, este poema es uno de mis favoritos de Garcilaso.

Sin embargo, todo lo eclipsa la muerte y la envidia no es ninguna excepción. El personaje de Nemoroso es una ejemplificación de este dolor inimaginable ante la muerte de la amada. En la égloga I, Garcilaso utiliza el ubi sunt como vía de escape para este sentimiento abrumador:  

¿adónde están? ¿Adónde el blando pecho?
¿Dó la coluna que el dorado techo
con presunción graciosa sostenía?
Aquesto todo agora ya se encierra
por desventura mía,
en la fría, desierta y dura tierra.

La pena de Nemoroso es infecciosa, Garcilaso juega con la empatía del lector haciendo uso de esa ternura característica de sus versos para transmitir un mensaje tan sobrecojedor. La angustia va invadiendo el poema y, sin embargo, la suavidad lírica se mantiene y logra, paradójicamente, enfatizar este sufrimiento. Las quejas que lanza Nemoroso son reflejadas por la naturaleza que le rodea, pasando del locus amoenus a un paisaje vacío y gris. Este uso deliberativo de las imágenes es un recurso fundamental en la poesía de Garcilaso y es, quizás, uno de los más impactantes sensorialmente.

Las elegías son ejemplos de la delicadeza y fuerza expresiva con las que Garcilaso transmite el dolor de la muerte de un ser querido. A mí me emocionaron, especialmente, unos versos de la primera elegía:

  Así desfalleciendo en tu sentido,
como fuera de ti, por la ribera 
de Trápana con llanto y con gemido
el caro hermano buscas, que solo era
la mitad de tu alma, el cual muriendo,
no quedará ya tu alma entera.

 El vaivén de emociones que se suceden durante su obra no pueden sino desembocar en una cosa: la locura. Así, en la edición de Cátedra de Consuelo Burell, el soneto conclusivo hace referencia a este tema. Se trata de un poema confuso en el que el que la locura es medicina del dolor y, al mismo tiempo, veneno del ser. Esta antítesis es la razón por la cual este poema me llamó tanto la atención. Las ideas contrarias pero complementarias hacen que entender este soneto se convierta en un reto placentero.

Soneto XXXVIII

Siento el dolor menguarme poco a poco,
no porque ser le sienta más sencillo,
mas fallece el sentir para sentillo,
después de que sentillo estoy tan loco.

Ni en sello pienso que en locura toco,
antes voy tan ufano con oíllo,
que no dejaré el sello y el sufrillo,
que si fejo de sello el seso apoco.

Todo me empece, el seso y la locura;
prívame éste de sí por ser tan mío;
mátame estotra por ser yo tan suyo.

Parecerá a la gente desvarío
preciarme de este mal, do me destruyo;
yo lo tengo por única ventura.

Es imposible divagar sobre todas las obras de Garcilaso y los temas que abarcan en una única entrada, pero los poemas que se han citado son suficientes para reafirmar la maestría del autor. A través de un uso cuidadoso de la métrica y los recursos literarios el autor consigue una fuerza expresiva única y una belleza lírica inigualable. Los sentimientos florecen al leer a Garcilaso, es algo inevitable porque su genio es tan sutil y deliberado que casi da la sensación de poder sentir y ver la ternura con la escribe. La poesía de Garcilaso de la Vega es, indudablemente, una de las mayores joyas de la literatura española y lo seguirá siendo por y para siempre.

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